Unidad Básica
Uno de los elementos políticos más notables en la actualidad es la capacidad de la derecha para generar política a través de las redes sociales. La utilización eficaz de las redes. Su exitosa adaptación. ¿Cómo lo hacen? De muchas maneras. Pero destaca una.
Que dice. No se trata de una granja de trolls o de bots anónimos, virtuales y sin encarnadura (que también los hay), sino de una estructura de interacción firme que va articulando relaciones y acciones entre personas reales.
Ejemplo. Un influencer (o alguien así) recomienda cuentas (por ejemplo en Twitter) y así arma una cadena. Porque esa persona que es recomendada a su vez hace lo mismo. Y se agrega y agranda la lista. Y todos de a poco colocan los listados de los “amigos” en cada uno de sus tweets. Es como una bola de nieve lanzada a rodar. En el hashtag figuran (al inicio del tweet) todas las cuentas de esa cadena. Todos se conectan de algún modo en una estructura virtual con una cierta armonía. Y homogeneidad. Condición excluyente. No son cadenas de debate político, sino aparatos de movilizar acción política.
Que produce efectos. Si la tradicional histórica usina que articula los deseos e intereses de la derecha argentina siempre fue el grupo Clarín y esa clase de satélites mediáticos, las redes han permitido a la vez articular una especie de “partido político” virtual, sin ninguna clase de personalismo dirigencial (pero bien homogéneo) y que no admite gente “distinta” y con una característica central. Es como un espacio, que parece un no-espacio. Como que no está institucionalizado ni tiene forma y estética de organización, sino como si se tratara de algo espontáneo y popular.
La crisis de representatividad de los partidos políticos (convertidos en partidos personalistas que giran alrededor de determinados dirigentes y nada más), que prácticamente han desaparecido como elemento movilizador de masas, e incluso de actividades políticas puntuales, ha sido en gran parte reemplazados por estos espacios políticos virtuales sin sello ni inscripción institucional. Donde las personas hacen circular de algún modo, sus voces, sus sensaciones, sus sentimientos.
Por eso hay que leer de un modo más problematizador lo que sucede con los movimientos libertarios o los anticuarentena (o espacios así) no institucionalizados. Por ejemplo. No son bots artificiales impersonales productos de una computadora. Son personas de carne y hueso que interactúan entre sí y construyen una comunión política e identificatoria donde cualquier persona tiene un atractivo protagonismo en la red.
Y crecen. No es como dicen algunos militantes, que alguien les paga, los suben a un micro y los llevan al Obelisco.
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